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Más de un año ha pasado, desde que los primeros casos de COVID-19 llegaron a España. La alerta sanitaria, el estado de alarma, el confinamiento, el colapso de los hospitales, las sucesivas olas y las nuevas cepas han generado un ambiente de incertidumbre, que ha afectado a gran parte de nuestra sociedad.

Este aumento generalizado del estrés y la angustia ha derivado en un crecimiento considerable del consumo de alcohol y otras drogas. En estos días muchas personas utilizan el alcohol para relajarse, porque creen que mejorará su estado emocional, que les ayudará a conciliar el sueño o les dará una vitalidad extra, incluso durante los primeros meses de pandemia, muchas personas pensaban que el consumo de alcohol reducía las posibilidades de contagio.

Consecuencias del consumo de alcohol en tiempos de COVID

Al contrario, el abuso de depresivos como el alcohol, está directamente relacionado con el insomnio, crea ansiedad, aumenta el estrés y deteriora el sistema inmunológico, lo que incrementa las posibilidades de contraer el coronavirus.

El consumo normalizado de bebidas espirituosas puede producir desnutrición, lo que eleva las posibilidades de contraer infecciones. Por otro lado, está demostrado, que es perjudicial para el sistema respiratorio, lo que favorece la aparición de síntomas como la dificultad respiratoria y empeora considerablemente las infecciones de coronavirus que deriven en neumonía.

Además, el clima de tensión y miedo generado por el COVID-19, facilita la creación de una adicción a esta clase de drogas, que si no es tratada, puede derivar en entornos de violencia intrafamiliar, más aún en una situación de confinamiento domiciliario o restricciones horarias como las que hemos vivido.